viernes, 9 de octubre de 2009

La actitud tomada por la Iglesia ante los golpes de Estado en Honduras y Venezuela

La Iglesia bendice a los golpes

Por Marina Basgall
El Golpe de Estado del 11 de abril de 2002 fue un intento de derrocamiento contra el presidente constitucional de Venezuela, Hugo Chávez, en el cual tomó el poder Pedro Carmona Estanga.


Mientras que en Honduras, Roberto Micheletti despojó de su cargo a Manuel Zelaya el 28 de junio.

Me propongo en el siguiente trabajo ocuparme de las posturas de la Iglesia ante los golpes de estados ocurridos en Venezuela y Honduras. No es mi intención que este escrito sea visto como un ataque a la fe religiosa, sí me interesa mostrar qué lleva a los aparatos clericales a apoyar un sistema de dominación que avala los métodos de represión y utiliza la violencia con un único impulso: saciar sus intereses y privilegios particulares.
En términos directos, la pregunta principal sería por qué los golpes militares son amparados por los miembros de la Iglesia que denotan su apoyo en los discursos que prestan a la sociedad.
Si hablamos del Golpe de Estado en Venezuela, la Iglesia Católica mantenía la teoría de que el gobierno de Carmona no fue anticonstitucional. Poco antes del golpe, el Episcopado acompañó a la presentación de un “acuerdo nacional”, que no incluía a Chávez. La firma del cardenal Ignacio Velasco en el acta de Carmona y su papel pidiendo al Presidente Chávez que firmara la renuncia fue un acto que dejó a muchos sin palabras. El golpe también contó con la bendición del Obispo Baltasar Porras, presidente de la Conferencia Episcopal, presente en la jura del golpista junto al cardenal Velasco.
La participación directa de jerarcas como el obispo Porras en la desestabilización del gobierno de Chávez ilustra una historia antigua en Latinoamérica: la de jerarcas católicos que han apoyado a dictaduras militares, beneficiándose de su relación con las elites y procurando la preservación de leyes que atentan contra la libertad de conciencia.
Siete años después, pero en Honduras, la historia se repite con la ejecución del golpe de Estado en contra del presidente constitucional Zelaya, con los mismos actores y los mismos ingredientes. Y la actitud por parte de la religión católica se vuelve a repetir. En el “Mensaje de la Diócesis de Santa Rosa de Copán” fechado el 1º de julio y suscrito por el obispo Luis Alfonso Santos, se rechaza y niega tajantemente la existencia del Golpe de Estado, mientras que la Conferencia Episcopal muestra su apoyo a un golpe empresarial-militar y lo valora como ‘cristiano’.
El Episcopado se ha alineado constantemente con las opciones contrarias a las propuestas por Chávez. Dice que el presidente es totalitario y autoritario para avalar su apoyo.
De esta manera, lo que sostiene a los posicionamientos y toma de partido clericales en favor de una dominación oligárquica y neoligárquica, tiene efectos antievangélicos y antihumanos por ser excluyente y bloquear sistémicamente la institucionalidad democrática y el reconocimiento de los derechos humanos tanto en su versión individual como social.
Es difícil comprender estas posturas y por qué la Iglesia respalda los golpes y no toma ninguna acción efectiva para detenerlos y castigarlos. Si uno piensa en un Golpe de Estado enseguida lo relaciona con represión y muerte, Dios no puede desear eso para su pueblo.

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