Golpes de Estado del siglo XXI en Latinoamérica: los casos de Honduras y Venezuela
Importante rol de los medios de comunicación
Por Noelia Bruno
Los primeros años de este nuevo siglo encontraron a dos países latinoamericanos con serios problemas político-institucionales. La crisis de ambos Estados, el venezolano y el hondureño, derivó en la interrupción de sus respectivos gobiernos constitucionales por parte de los sectores que componen la oposición. Los medios de comunicación han resultado ser un factor de controversias, pues o han apoyado a las autoridades golpistas o han sido víctimas de ellas por defender el orden democrático.
El accionar de los gobiernos de facto sobre los medios de comunicación que se ha llevado a cabo en Honduras desde que su Presidente, Manuel Zelaya, fue capturado por las Fuerzas Armadas el 28 de junio de 2009 no es el mismo que se hizo en abril de 2002 cuando se produjo el derrocamiento del Primer Mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, en manos de sus opositores. Ambos Golpes de Estado han permitido divisar la importancia social que tiene el tratamiento de la información y, de la misma manera, cómo la información resulta ser una herramienta de poder político.
En su mayoría, las emisoras radiales y los canales de televisión del territorio centroamericano han sido víctimas de diferentes modos de acallamiento o de ocultamiento de los hechos noticiosos que emanan de la esfera política. Para que los hondureños ignorasen lo efectivamente sucedido se allanaron los edificios desde donde se realizan las transmisiones, fueron ocupadas esas instituciones por militares, además, se las obligó a suspender las emisiones y se las limitó técnicamente (se produjeron cortes de luz y se prohibieron programas de televisión que tenían una visión crítica de los acontecimientos). También, los periodistas que cubrían las manifestaciones de apoyo al depuesto Zelaya fueron detenidos, agredidos, amenazados y, algunos de ellos, asesinados. A los camarógrafos, por ejemplo, se les destruyó el material producido y las cámaras que habían registrado las protestas en favor del gobierno constitucional.
En el país de Simón Bolívar, los medios de comunicación no sufrieron los atropellos que, hoy por hoy, padece la prensa hondureña. Sus periodistas no han sido secuestrados, apresados o asesinados y ningún canal de televisión, periódico o emisora radial ha sido clausurada. A lo sumo se han sacado del aire algunas señales que se vincularon al gobierno violentado. Esto se debe justamente al poder concentrado que ha logrado obtener la oposición mediática. Se ha dicho, en este sentido, que los medios han ocupado, en Venezuela, el lugar de los partidos políticos antagónicos.
La experiencia relacionada con sucesos de estas características vuelve a repetirse en la región después de varias décadas de lucha contra la violación de los derechos humanos; entre ellos la libertad de expresión no sólo de los ciudadanos, sino también de las instituciones que informan de manera masiva. Lo acontecido específicamente en Honduras y Venezuela nos deja reflexionar acerca del carácter paradójico respecto del uso de la libertad en la prensa: por un lado, la necesidad de narrar críticamente, sin límites y sin censura, lo que pasa y, por el otro, la forma en que los medios se constituyen como actores políticos importantes y generan situaciones sociales que llegan a trascender en la comunidad.
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